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Cartier-Bresson regresó a México con su obra fotográfica

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La retrospectiva de la obra fotográfica de Henri Cartier-Bresson (1908-2004), en el Palacio de las Bellas Artes del Distrito Federal; la primera tras su muerte en 2004, recorre de manera cronológica los principales momentos de su vida.

La muestra incluye fotografías a color, collages, pinturas, dibujos, películas, revistas; entre ellas unas portadas de LIFE, periódicos, mucho material inédito que él nunca hubiera querido exhibir.

Durante su estancia en México (desde comienzos de 1934 hasta marzo de 1935), a donde llegó con su cámara Leica de 35 milímetros, Cartier-Bresson tuvo contacto con los grandes artistas de la época, comprometidos con el comunismo soviético, y trabajó en varios periódicos como Excelsior y vivió con el pintor mexicano Ignacio Aguirre y el poeta estadounidense Langston Hughes, según María Fernanda Burela Maldonado, investigadora y coordinadora a cargo de la muestra Henri Cartier-Bresson, la mirada del siglo XX.

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El joven francés, muy influido entonces por sus charlas con los surrealistas Salvador Dalí, Andre Bretón o Max Ernst, llegó a México para hacer un registro fotográfico de la carretera Panamericana, cuyo proyecto se frustró, pero decidió quedarse en el  DF y se instaló cerca del gran mercado de la Merced; fascinado por el bullicio de la actividad comercial por las mañanas y el vocerío de las mujeres que en las noches trabajaban en la calle. En este período de ebullición artística del país, el fotógrafo retrató el bajo mundo mexicano.  

Cartier-Bresson  abandonó el país en 1935 para estudiar cine en Estados Unidos con Paul Strand, y tras trabajar como ayudante de Jean Renoir en Francia, realizó un documental de la Guerra Civil española.

Ya cuarentón, fundó la agencia Magnum en 1946, especializada en fotografía documental.  La huella de México en Cartier-Bresson fue tan profunda que regresó 30 años más tarde, en 1964, para retratar durante casi un año el sur del país, en especial Oaxaca, donde se enamoró de una joven oaxaqueña con quien estableció una relación formal. Debido a su tez blanca, la mujer lo apodó “cara de camarón”; porque cuando tomaba el sol, se ponía rojo.

En una entrevista, en sus últimos años, le preguntaron por qué no había vuelto en una tercera ocasión y él respondió que le daba miedo no encontrar el México que había visto las otras  dos veces, y no quería decepcionarse.

Henri Cartier-Bresson regresó a México con su obra al Palacio de Bellas Artes… Las imágenes que captó permanecerán  siempre en la historia gráfica de México.    

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