Fuera de la destrucción que el hombre ha emprendido contra la cultura escrita, el libro, hay que preguntar: ¿Cuál es el camino que le espera y, también, a los recintos donde se guarda por millones en todo el mundo?
Los datos y las estadísticas revelan que hoy se lee más que nunca. La lectura y los lectores han evolucionado, incrementándose unos y otros al paso del tiempo. En la actualidad existen más individuos alfabetizados que en toda la historia de la humanidad. Lo que ha repercutido en la industria editorial, que se ha expandido al grado que hoy se venden más libros que en cualquier otro tiempo, y de todos tipos, desde el literario y clásico, hasta el de temas científicos, técnicos, de autoayuda, motivación, superación personal, o la novela. Inclusive se han reescrito los clásicos para hacerlos más accesibles a la gente que no se anima a abrir uno de estos libros porque cree que no lo va entender pues supone que el lenguaje con el que fue escrito es muy complicado.
La lectura también ha cambiado. Hoy no se lee lo mismo que hace, digamos, dos siglos, aunque los libros clásicos permanecen en el tiempo y se siguen vendiendo, la información que nos rodea desde hace décadas ha crecido exponencialmente, y esa información se edita y se imprime en forma de libros que se distribuyen para su venta en miles de librerías de todo el mundo, librerías que exhiben libros de autores nuevos o clásicos, de todo tipo, y además se hayan en proceso de renovación constante con la llegada de nuevos títulos y propuestas que a veces triunfan , pero que en el mayor de los casos fracasan. Así, la mayor o menor cantidad de ejemplares vendidos de un título o de un autor, definirá su éxito o su fracaso, y también, en una esfera más amplia, el volumen de libros vendidos, la cultura de un pueblo.
En el caso de México, por ejemplo, apenas el uno por ciento de la población compra la mitad de los libros que se editan en el país. El resto se refiere a publicaciones periódicas creadas por la industria del entretenimiento. En realidad, México es uno de los últimos países en materia de consumo y calidad de lectura. El mínimo recomendado por la UNESCO es de cuatro libros por habitante al año; en México apenas alcanza un promedio de 2.8 libros per cápita, cifra incomparablemente menor a la de Francia o Inglaterra, donde cada habitante lee 20 por año. En cuanto a la producción anual de libros, en México no se alcanza la quinta parte de la de España. En todo México hay menos librerías que en Barcelona. Las ediciones de los escritores mexicanos no rebasan los 3,000 ejemplares; quien vende más de 10,000 de un libro, no texto escolar, logra un best-seller. Todo esto en un país de más de 100 millones de habitantes.
Esto ha hecho que las librerías y las bibliotecas estén llenas de libros, que en el caso de las librerías, se venden poco, y en el de las bibliotecas, se consulten unos cuantos, mientras que el resto queda a la espera de lectores interesados en temas específicos o quizá nunca sean consultado, ocupando un espacio que sólo se recupera en el caso de las librerías, cuando regresan los ejemplares que no se vencieron para su redistribución o, casi siempre, para su destrucción y reciclado a fin de obtener material para fabricar nuevos libros.
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