Nuestra liga en muchos aspectos con el pueblo y gobierno de Estados Unidos nos obliga a mirar con atención la elección presidencial, sin precedente alguno que se efectuará en noviembre de 2016.
Es una elección única por la polarización hacia la extrema derecha de las elecciones primarias para elegir candidato del Partido Republicano. Donald Trump sigue arriba en las encuestas, encabeza una campaña en la que se destaca la xenofobia y el racismo contra los mexicanos y latinos en general. En la frontera con México quiere construir una muralla, acusa a los mexicanos de delincuentes y violadores, sin más pruebas que sus palabras.
El problema es que las palabras de Trump tienen en eco y entre más barbaridades dice más sube en las encuestas. Si Trump llega a ser candidato del Partido Republicano, la convivencia de las minorías en Estados Unidos sufriría un enorme daño, porque Estados Unidos vive un cambio demográfico y en unos lustros las minorías serán la mayoría de la población. Imposible pensar que pudiera ser electo por lo que significaría para Washington y el mundo.
El Partido Demócrata lleva las primarias en un tono político distinto. La cuestión sin precedente es que Hillary Clinton va a la cabeza de las primarias con grandes posibilidades de ser la candidata y ganar las elecciones presidenciales. Fue precandidata en 2008 cuando Obama resultó triunfante. No hay precedente de que una mujer llegue a la presidencia de Estados Unidos, y Hillary Clinton podrá lograrlo.
Las elecciones presidenciales en Estados Unidos son muy importantes para el mundo ya que es el país más desarrollado del mundo, la mayor potencia económica, militar y nuclear con la que México tiene más de 3 mil quilómetros de frontera, una vecindad y una relación única en el planeta.
Este artículo es un extracto del publicado por su autora Enriqueta Cabrera en la sección de Opinión del periódico EL UNIVERSAL de la ciudad de México.