Después del ramalazo que significó en México el fallecimiento de Jacobo Zabludovsky, que provocó todo tipo de comentarios; desde los elogios con tristeza de sus amigos y discípulos, hasta los virulentos de sus enemigos de la revista Proceso, que festejaron su desaparición.
Lo que es innegable es que Jacobo fue un oráculo del mundo hispano, hablante de la radio y la televisión, donde creó un estilo en programas de noticias, en conversaciones y entrevistas. Y no podemos dejar fuera las transmisiones en vivo a control remoto, que incluían muchas hazañas informativas. En la prensa escrita destacan sus artículos en la revista Siempre!, de José Pagés Llergo, su columna Bucareli, de los lunes en El Universal de la ciudad de México, donde con su desaparición ganó la noticia de la primera página y un magistral cartón de Carreño en la página editorial que aquí reproducimos.
En sus 70 años de labor informativa aceptó en su primera etapa ser la verdad oficial del poder, sin embargo en los años finales no tuvo ataduras y utilizó la palabra con libertad irrestricta.
Pero su talento, cultura, disciplina, pasión, profesionalismo, lenguaje claro y directo, su ironía – nunca la vulgaridad – quedan como ejemplo para las nuevas generaciones de informadores.
Jacobo solía decir: Todos vamos rumbo al panteón, pero no empujen. Sobre su tumba el breve epitafio: “JACOB BEN DAVID” (Jacobo, hijo de David).