Artículo publicado en la página Web de Papel, S.A.
Algunos estudios reflejan preferencia por el formato impreso frente al digital. Los más jóvenes, «nativos digitales», se adaptan a ambos cuando hay que memorizar datos, muchas personas prefieren los libros frente al formato digital
Hace 25 siglos, Sócrates veía en la palabra escrita una amenaza para la oratoria y la memoria, que decrecería al plasmar las ideas en un papel. Entonces la lectura estaba reservada a unos pocos. A medida que se extendía, muchos ojos perdían facultades a la luz de una vela por el nuevo entretenimiento. Y tal vez la vista cansada de la madurez lo estaría menos sin la lectura. Pese a esas desventajas, la lectura fue un enorme avance y un gran reto para el cerebro. Ahora el soporte digital amenaza con desplazar al papel. El cambio suscita quejas parecidas a las del filósofo, como mayor dificultad para memorizar y comprender cuando se lee en una pantalla, y mayor fatiga visual.
Hace apenas dos siglos, nada comparado con nuestra historia evolutiva, la mayoría de la gente no sabía leer. Cambiar el formato de lectura no parece tan grave para el cerebro, razona Luis Miguel Martínez Otero, responsable del grupo de Neurociencia Visual del Instituto de Neurociencias de Alicante (CSIC-UMH). Es más, el cerebro no «viene programado de serie» para leer. Cada vez que alguien aprende a hacerlo, ya sea un niño o un adulto, ciertas regiones destinadas a otras funciones, como el reconocimiento de caras y objetos, se «reconvierten» para interpretar palabras, sostiene el neurocientífico francés Stanislas Dehaene. La plasticidad de nuestro cerebro hace posible ese cambio, que mejora en gran medida su rendimiento. Por eso, «lo importante es leer», como destaca Martínez Otero.
Cerebro flexible
El cerebro tiene más limitaciones de las que pensamos, pero encuentra la manera de salvarlas. Una podría ser la dificultad de leer en una pantalla cuando está «acostumbrado» al papel. ¿Pero es real? «Mi opinión está dividida, porque la respuesta no está clara», reconoce Martínez Otero. «Depende del soporte digital. Si es internet, con anuncios, prefiero el papel. Si es un libro electrónico me da igual. Yo tengo 44 años, pero mi hijo de 9 prefiere el soporte digital. Depende de cómo te educas», explica.
Los más pequeños se están convirtiendo en «nativos digitales», capaces de manejar una pantalla táctil antes de caminar. Son los cerebros acostumbrados al papel los que notan el salto «tecnológico». «Nuestro cerebro se adapta a cualquier situación. Es posible que en esta era digital, con un exceso de información (anuncios, ventanas emergentes…) sea horrible para mi generación que crecimos con el papel, pero los jóvenes se están educando en este formato. Cómo se adaptará su cerebro no lo sabemos. No hay que ser catastrofistas. Tal vez logre un funcionamiento multitarea más efectivo», indica Martínez Otero.
Muchas investigaciones tratan de resolver el debate pantalla o papel. La balanza que antes se inclinaba hacia el papel, ahora cambia su tendencia. La incomodidad inicial del formato digital está mejorando y uno de cada cinco libros que se vende es digital. Pese a todo, para algunos investigadores, como Maryanne Wolf, de la Universidad de Tufts (EEUU), el papel tiene ventajas, como exponía en «Investigación y Ciencia». A su juicio, un texto es un paisaje escrito que se asemeja a un mapa topográfico que guía la lectura. El soporte digital restaría referencias: no vemos la extensión, esquinas o márgenes, ni tiene casi ilustraciones, que ayudan a recordar. La memoria visual también es importante.
Otros estudios no ven tan claras esas ventajas. Sobre todo cuando la edad de los lectores disminuye. Un trabajo de 2012 del «Brithis Journal of Educational Tecnology» no halló diferencias en tre universitarios que leían un texto de 600 palabras en formato digital o impreso. La comprensión y detección de errores fue igual en ambos casos, aunque la tarea se acortó en la pantalla.
«Es cierto que ha habido trabajos mostrando la “superioridad” de la lectura en papel. Si exceptuamos los más antiguos, cuando la resolución de la pantalla y la forma de las letras era de menor calidad, o trabajos con deficiencias metodológicas, las posibles diferencias no están tanto en los aspectos propiamente cognitivos, como los procesos básicos de la lectura, como los movimientos oculares, que son los mismos en papel y pantalla. Las diferencias son más bien metacognitivas», explica Manuel Perea, experto en psicolingüística de la Universidad de Valencia y del Basque Center on Cognition, Brain, and Language de San Sebastián.
Menos referencias
Son precisamente esos aspectos, más subjetivos, los que suponen ciertas limitaciones para los que no somos «nativos digitales». Todos tenemos la experiencia de imprimir las páginas que vemos en la pantalla para leerlas más a gusto y captar mejor los detalles, especialmente si hemos de interiorizar su contenido. Algo acorde con el formato en el que aprendimos a leer. «En mi propia experiencia, al menos para los no nativos digitales, la limitación está a la hora de leer libros electrónicos de texto o de referencia. En este caso, yo prefiero el papel y un marco de referencia, como el índice o poder pasar páginas», apunta Perea.
Por otro lado, el formato elctrónico, con hipertexto (enlaces, como los que puede encontrar en este artículo) permite ahorrarse la visita al diccionario o a otro de consulta y acceder a contenidos extra de inmediato. Pero es cierto que implica estrategias de lectura diferente. Para Perea «la cuestión no son las posibles diferencias entre leer en papel o pantalla, sino cómo mejorar la lectura digital, dado parece inevitable la transición».
Pese a todo, muchos niños disfrutan leyendo con sus padres un cuento en papel a la hora de dormir. Aunque el formato digital permite incluir vídeos y sonidos. El mundo está cambiando en esta era digital y nuestro cerebro, como siempre, logrará adaptarse a ese nuevo reto.
Las ventajas de un texto digital
- Quijada Madrid
Facilita la lectura a niños con dislexia. Un texto digital puede tener ventajas que no ofrece el papel. Por ejemplo, para quienes tienen deficiencias visuales aumentar el tamaño de la letra supone un gran alivio. Pero quizás lo más novedoso y alentador esté en el campo de las dificultades de aprendizaje de los más pequeños. «Varias investigaciones recientes han mostrado que un ligero aumento del espaciado entre las letras (respecto al espaciado estándar) produce tiempos de lectura más rápidos en los niños con dislexia, así como mejoras en la comprensión de los textos. Si bien el aumento en el espaciado de las letras no “cura” la dislexia, sí permite mejorar el proceso de lectura», según una investigación que llevó a cabo Manuel Perea con otros colegas. La posibilidad de modificar el espaciado entre letras, disponible en los programas de procesamiento de texto, debería incorporarse también a los libros electrónicos, en opinión de los autores.
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