Es innegable el poder de la caricatura, especialmente en el dominio político como arma excesivamente peligrosa. México, país amante de la libertad y la paz, hemos visto caricaturistas que han participado con críticas sociales han pagado con el destierro.
Unos cuantos años después de la consumación de la Independencia, hacia 1826, aparecen los periódicos Iris, El Sol, El Correo de la Federación; en los cuales se refleja marcadamente la publicación de caricaturas con leyendas explicativas, como las que utilizaron los ingleses en las guerras napoleónicas, y con las cuales en Europa se inaugura el empleo de esta expresión artística como arma política, para impresionar a los lectores.
Las páginas del periodismo independiente en México, de los siglos XIX y XX muestran una gran variedad de caricaturas políticas, con chispa irónica algunas y con crueldad mordaz otras, ambas de gran calidad plástica.
El mayor florecimiento de la caricatura mexicana se dio durante la dictadura de Porfirio Díaz, cuando revistas como “El hijo del Ahuizote” (fundada en 1898) “Mefistófeles” o “El Ahuizotle Jacobino), se enfrentaron a los abusos del poder y a la corrupción de la sociedad, de esta manera la caricatura jugó un papel muy importante en el proceso revolucionario al ridiculizar al hasta entonces intocable dictador.
No se trata en esta nota de hacer una historia de la caricatura en las publicaciones mexicanas, para ello recomendamos el libro “La caricatura como arma política” de Salvador Pruneda que se imprimió en 1958 en los Talleres Gráficos de la Nación. Lo que intentamos es resaltar el valor de la caricatura periodística en la lucha política.
Antes de que Victoriano Huerta derrocara al presidente Francisco. I. Madero, ya los caricaturista habían destrozado por completo su popularidad. Damos unas muestras de ello en estas páginas.
Esperamos que los actuales caricaturistas mexicanos, también conocidos como “moneros”, tengan bien afilado el lápiz y bien mojado el pincel para ilustrar estas elecciones.